Fue un momento muy especial, caminaba por el bosque, por el centro de la isla, y vi un guanaco muy inquieto y agresivo que giraba en torno a mi. Claro, me di cuenta al ver a un chulenguito recién parido que aún no había abierto sus ojos. Era la madre que se preocupaba por su hijo. Me acerqué a fotografiarlo cuando me sorprendió su despertar. Se paró repentinamente con suma dificultad, y lo primero que hizo fue venírseme encima creyendo que yo era su madre, me golpeaba con su trompita, fue una experiencia extraordinaria. La comparto con ustedes.