La luna en la ventana
de Eduardo Pocai, el Miércoles, 5 de junio, 2013
Ensayos
Miré su rostro, lánguido, lloroso, desdichado; pero inmensamente bello, detrás de esa máscara triste había una magia especial.
Me acerqué a ella, y con voz disfónica, me dijo;
Necesito poesía, la poesía del amor carnal, pero justamente, hecho poesía.
Quise entender sus palabras. Me imaginé piadoso, caballero, pero le pedí al Señor que me permita comprenderla.
Le pregunté; ¿por qué tienes ojos claros como luz de luna y manos locas, con dedos suaves, que buscan atrincherarse entre las mías para no soltarlas nunca más?
Me dijo; porque sé de tu sed, yo soy la fuente, y lloraba por ti, sí, lloraba, porque tardabas en llegar, y no entendía el porque.
La miré bien, el amor vibraba en ella.
Era bella, inmensamente bella. Imaginaba su rostro sin la triste languidez, sin la humedad de sus lágrimas; y comenzó a nacer en mí la poesía que me había pedido en el encuentro.
Mi cuerpo se estremecía. Nos encontrábamos solos, la luz del cuarto comenzaba a ceder, la noche llegaba, y a lo único que atiné, fue a decirle; prepárate, la poesía del amor carnal, te la leeré, apenas la luz de la luna entre por la ventana.
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